domingo, 24 de abril de 2016

Capítulo 5: Invisible


     El recreo se me estaba haciendo interminable y, además, ahí estaban esas chicas con las que tenía que hablar, por órdenes de Keyla. Realmente estaba aterrorizada, ¿por qué tenía que hacer esto yo sola? Me giré intentando buscar confianza en la mirada de mi hermana, pero ella ya se había levantado y no me prestaba atención. Volví a mirar hacia el grupo de chicas al que me dirigía y me detuve poco antes de llegar. ¡No quería enfrentarme a aquello! Respiré hondo y me concentré en dejar de pensar, como hacía siempre que me ponía nerviosa de esa forma,  sentí poco a poco, como todo lo que me rodeaba desaparecía. Era una sensación increíble. De nuevo, una corriente de calor ascendió hasta mi cuello y ahí se detuvo. Fue muy extraño, como cuando toqué el símbolo que le apareció a Keyla en la nuca. En fin, con todo lo que estaba pasando hoy... Dirigí una rápida mirada a aquellas chicas, y una de ellas, la que parecía más pequeña, me estaba mirando. No sé qué me echó atrás, su mirada asesina o la persona que estaba detrás de ella. En la puerta acristalada del instituto, un chico me miraba fijamente. O eso creía. ¿Me miraba a mí? No, seguramente estaba concentrado en alguna de esas chicas que estaban justo enfrente. Pero, tendría uno o dos años más que yo, y era muy atractivo... De repente sentí una oleada de frío, un frío gélido que me provocó un escalofrío de pies a cabeza. Bueno, se detuvo en el cuello. Concretamente donde Keyla tenía su símbolo. ¿Por qué pasaba todo aquello? ¿Unas veces sentía calor y otras frío? Entonces sentí que todo se desvanecía, y solo quedábamos el chico misterioso y yo, era todo lo que podían ver mis ojos. Fue increíble. El chico comenzó a caminar hacia mí, despacio pero decidido. Noté cómo cada vez me ponía más nerviosa ¿Me quería decir algo? No me creía capaz de entablar una conversación con él, no estaba preparada. Entonces se detuvo. ¿Qué estaba haciendo? Noté el calor en la nariz y las orejas, así que decidí escapar de allí. Giré a la derecha y empecé a caminar en dirección opuesta al grupo de chicas, que todavía seguía ahí. Pero el chico rubio me seguía con la mirada mientras caminaba. Todo era tan raro... Parecía un sueño. Me sentía capaz de volar con solo mirarlo. Di varios pasos, intentando escapar de él, pero en un abrir y cerrar de ojos se dio la vuelta y corrió hasta la puerta del instituto. Desapareció en el interior del edificio. ¿Qué demonios...? ¿Por qué se había ido de repente? ¿Por qué ahora y no antes? ¿Es que quería que le siguiese? No, no... No sería capaz. Aunque... No, no puedo espiar a alguien que me parece atractivo desde la primera vez que lo veo... Y sin pensar, mis pies empezaron a caminar por sí solos, dirigiéndose a la puerta por donde había desaparecido el chico rubio. Me paré en seco. ¿Por qué no podía decidirme? Si entraba por esa puerta seguramente me lo encontraría escondido y esperándome para reírse de mí. Aunque, ¿por qué se iba a reír? No me he caído, ni tropezado, ni montado un numerito delante de cientos de adolescentes. Miré mis tenis blancos esperando no encontrarlos desatados. Vale, no había problema. No me caería por eso. Pero entonces, ¿qué iba a hacer? ¿Le seguía? Sintiendo casi demasiada curiosidad me dirigí al interior. Mi mayor error... En cuanto entré al instituto le vi a lo lejos, corriendo por un pasillo lleno de gente. Pero, parecía que nadie se daba cuenta de que estaba ahí. ¿Qué estaba pasando? Prácticamente iba empujando a todo el mundo... Un momento... Nadie se giraba para quejarse o exigirle una disculpa por haberle empujado, simplemente se giraban buscando al culpable, y después seguían con sus asuntos. Pero, entonces eso significaba que... ¿Nadie le estaba viendo? Entonces, ¿por qué yo sí? Todo era tan raro... Empecé a correr hacia él, evitando perderlo de vista. Atravesé el pasillo sin hacer caso a toda aquella gente y llegué a unas escaleras. Iba a subirlas casi volando para seguirlo, pero... Él ya estaba esperándome. De pie, en el primer escalón, me miraba intensamente con esos ojos de un verde muy llamativo que tanta curiosidad me habían causado.
   -¿Puedes verme? -preguntó sin más.
   -¿Por qué no iba a poder verte? -no se cómo salieron esas palabras de mi boca, porque sus ojos me tenían simplemente cautivada.
   -Mira, no estoy para bromas. Dime qué eres.
Me quedé alrededor de diez segundos mirándole. Era tan guapo... Sus ojos verde esmeralda me miraban impacientes. En realidad, no dejaba de mirarme. Me repasaba con la mirada, poniendo alguna mueca. Su pelo... Oh, Dios... Su pelo. Lo tenía peinado hacia atrás, pero un mechón rubio le caía por la cara. Si solo pudiera acercarme un poco para recogérselo y colocárselo...  Pero, ¿qué estaba pasando? ¿Por qué estaba tan desesperada? Esta no era yo. Yo nunca me sentía tan atraída por un chico, aunque se ve que este era la excepción. Ni siquiera me había enterado de lo que me había dicho. ¿Me había preguntado algo?
   -Mira, será mejor que me vaya. No debería haberte seguido, pero sentí curiosidad y...
No pude seguir porque, de repente, el chico me agarró del brazo y me empujó para que me apartara de la escalera.
   -Ven aquí -dijo.
   -¡Oye! Pero, ¿qué haces?- pregunté atónita. ¿Ven aquí? ¿En serio me había dicho eso? ¿Quién se creía que era? ¿Qué estaba pasando?
Intenté apartarme de él pero era mucho más fuerte que yo y me tenía retenida, sujetándome contra la pared del pasillo. Entonces oí las voces.
   -No. Es el primer día, Diana. No puedo ponerles un examen mañana a los de primero.
   -Pero es para que empiecen a adaptarse... Ahora están en el instituto, no en la escuela, y parece que algunos no se han dado cuenta.
   -Es indiscutible, no soy tan mala profesora.
Me llevé la mano a la boca para no gritar al darme cuenta de dónde estábamos. A mi alrededor, todas las puertas que había daban a los despachos de los profesores del instituto. Una chica me había contado en mi primera clase que no fuera allí por nada, fuera lo que fuese, que a los profesores les gusta ese pasillo porque nunca hay alumnos y pueden relajarse. Entonces recordé su risa cuando vio mi cara de sorpresa. ¿Es que no hoy no iba a pasar nada normal? 
   -No pasa nada, tranquilízate -me dijo el chico al ver que me había puesto nerviosa- ¿No lo entiendes? No pueden vernos, mira.
Entonces se apartó de mí y se acercó a una de las profesoras, esa que se llamaba Diana. Puso un dedo sobre un folio que tenía la mujer encima de un libro y éste cayó al suelo, planeando. La mujer se quedó mirando la hoja de papel, como si se la hubiera llevado el viento, con cara de asombro.
   -Pero ¿en serio que no te ve? -pregunté susurrando, esperando que no me oyeran.
   -Claro, ¿no lo ves? Ni se inmuta -dijo pasando una mano por delante de una de las profesoras.
   -¿Y por qué a mí tampoco me ve?
 Se quedó callado. Parecía que tampoco sabía la respuesta. En un abrir y cerrar de ojos me cogió de la mano y me sacó del pasillo de los profesores. Me rendí y me deje llevar por la mano que me guiaba hasta lo que parecía ser la biblioteca del instituto.
   -Mira yo... Yo no se lo que eres. Eres algo, eso está claro. Si no, no habrías podido verme -se detuvo para darse la vuelta y mirarme, pero sin soltarme la mano. 
   -Pero... ¿Acaso eres invisible? Yo... No entiendo nada. Esta conversación no tiene sentido, ni siquiera sé cómo te llamas, ni quién demonios eres. Solo sé que eres invisible y que yo puedo v...
   -Dylan.
   -¿Qué? 
   -Es mi nombre. Me llamo Dylan -dijo mirándome con impaciencia.
   -Yo soy Melody -le dije en un pequeño susurro. 
Ambos nos quedamos un momento callados, mirándonos, y me soltó la mano. ¿Es que no me la había soltado todavía? Para mi sorpresa, se acercó más a mí, y me miró fijamente con sus preciosos ojos. 
   -¿Sabes lo que son los arquelios? -me preguntó.
   -¿Los qué? No entiendo una palabra de lo que me dices. Ni siquiera sé qué hago hablando contigo. En realidad ya debería estar en mi clase de matemá...
   -No. No, ahora no te puedes ir -dijo cogiéndome la mano de nuevo. ¿Por qué su tacto me hacía sentir tan bien? 
   -¿Qué? ¿Por qué? Oye, yo... Será mejor que me vaya. Ya nos veremos por ahí... 
Me dispuse a darme la vuelta y escapar, pero él no me había soltado todavía, y tiró de mí como quien lleva a su perro con la correa y me llevó hasta una zona de la biblioteca llena de estanterías con libros de ciencias. Estaban llenos de polvo, no parecía que mucha gente pasase por allí a menudo. 
   -Dylan... Te he dicho que debo irme, tengo que ir a clase... Además, si sigo más tiempo contigo me volveré loca. No consigo entender nada de lo que pasa.
   -Mira, Melody -una electrizante sensación me recorrió el estómago cuando pronunció mi nombre- no sé si lo que voy a hacer está permitido, pero me arriesgaré. Necesito saber quién o qué eres. Necesito respuestas -dijo mirándome a los ojos. 
   -¿Y yo no? ¿Por qué demonios nadie puede verte menos yo? 
   -Ven conmigo y te lo explicaré todo.
Sin dejarme tiempo para responder tiró de mi mano, llevándome hacia una de las paredes de la biblioteca rodeada de estanterías desde la que nadie podía vernos, estábamos totalmente ocultos, aunque no tenía sentido, ¿por qué alguien que se supone que es invisible, querría esconderse? Sin previo aviso, me agarró de las dos manos fuertemente acercándose mucho a mí, y, casi rozándonos, Dylan cerró los ojos, y se quedó así durante unos segundos ¿qué se suponía que estaba haciendo? Me quedé contemplando su rostro en ese breve periodo de tiempo, parecía muy relajado, pensativo, pero la forma en que se tensaban los músculos de sus brazos decían todo lo contrario. De repente empezó a acercar su cara hacia la mía, aún con los ojos cerrados. Oh, Dios mio, parecía imposible pero,  ¡¿me iba a besar?! Desde luego el chico era guapo,y me había cautivado desde el principio, y tenía unos ojos verdes divinos, y unos músculos impresionantes, y una melena rubia que me pasaría horas acariciando y revolviendo, y...¿Pero qué me pasaba? ¡Acababa de conocerle! ¿Qué estaba ocurriéndome? Era la primera vez que me gustaba un chico de esa forma, pero a pesar de todo, esto no podía suceder así, empecé a marearme, e iba a apartarme para evitar que se acercase más a mí, pero me sujetó, impidiendo que me moviese, menuda fuerza tenía.
   -Quédate quieta, solo será un momento.
 Seguía aterrorizada ¿de verdad me había dicho que me estuviese quieta? Nunca había besado a un chico, y no era el momento más adecuado, nunca había sentido esa sensación de mariposas en el estómago que te decía que ese era el chico indicado, y en ese momento solo sentía calambres por todas partes que me pedían que me alejase un poco de él. Pero seguía acercándose cada vez más, y la distancia que quedaba entre nuestros cuerpos se iba reduciendo, haciendo casi que nos fundiésemos en un abrazo. Ya estaba a punto de pasar, su cabeza pronto estaría junto a la mia, y entonces... Entonces, sí que me sorprendí, porque lo que hizo Dylan fue apoyar su frente contra la mia, dejando muy poco espacio entre nuestros rostros, pero el suficiente como para que no nos llegásemos a tocar del todo. Dijo unas palabras entre susurros, en un idioma que no entendí y de repente una luz muy blanca resplandeció, impidiendo que pudiese mantener los ojos abiertos durante más tiempo. Los cerré fuertemente, asustada, justo como los tenía Dylan, y me aproximé más a él. Noté que me invadía una sensación extraña por todo el cuerpo, dejando un suave, pero agradable, calor en mi cuello. Después, la luz se apagó, y miré a mi alrededor, todavía abrazada a Dylan. Fue entonces cuando mi asombro se hizo mayor, me despegué de ese extraordinario chico rubio, para mirarlo todo con más atención, a la vez que me frotaba los ojos, pensando que era una alucinación. La biblioteca había desaparecido, y ahora nos encontrábamos en unas escaleras que bajaban, a lo que parecía un sótano del que provenía una suave luz.
   -¿Qué ha pasado con la biblioteca? ¿Ha desaparecido? -escuché como Dylan se reía.
   -No ha desaparecido nada -dijo aún riéndose- somos nosotros los que nos hemos movido.
   -Cada vez me fascinas más, ¿puedes hacerte invisible y ahora también puedes teletransportarte?
   -Sí, bueno... Es algo parecido a eso, pero puedes llamarlo así, si quieres. ¿Vamos? Todavía no hemos llegado al lugar que quería enseñarte.
Asentí con la cabeza, desconcertada, y bajamos esas estrechas escaleras, apareciendo en una habitación totalmente distinta a la vieja biblioteca en la que nos encontrábamos minutos antes. Era una sala rectangular, muy amplia, las paredes eran de un blanco muy puro, creo que era mármol, y todo estaba muy bien iluminado, aunque no veía ninguna lámpara ni ventana por la que entrase la luz.
   -Vaya -dije realmente asombrada- ¿dónde estamos? -Dylan me miró extrañado.
   -Justo como sospechaba, nunca habías estado aquí, ¿cierto? Pues estamos justo debajo del instituto humano.
   -¿Instituto humano? ¿Por qué lo llamas así?
   -Bueno... allí es donde van los humanos ¿no?
   -Sí claro. Entonces, ¿qué es este sitio?-Dylan me miró con desconfianza, parecía como si nunca me fuese a contar nada de lo que estaba pasando, entonces me agarró de nuevo de la mano y me arrastró, llevándome hacia un pasillo.
   -Bueno, pues este sitio es algo así como mi instituto, aquí no hay humanos, está prohibido que vengan, y además les resultaría imposible porque la única forma de entrar es como lo hemos hecho nosotros, con magia, ese ''teletransporte'' de antes.
   -Entonces... tú no eres humano.
   -No, soy un arquelio -no dijo nada más, como si así lo aclarase todo. Después de esperar un poco a que él continuase hablando, tuve que preguntarle yo.
  -¿Y qué soy yo?
Dylan dejó de mirar al frente mientras caminábamos, para dirigir su mirada a la mía.
  -No tengo ni idea -respondió dejando una sonrisa en sus labios- Por eso vamos a averiguarlo ahora.
Seguimos caminando por esos pasillos que parecían infinitos, lo que me parecía raro, es que aún no habíamos visto a nadie, y si se suponía que eso era una espacie de instituto, digo yo que tendría que haber alguien más además de nosotros. Justo cuando yo estaba en mis ensoñaciones, Dylan me empujó bruscamente dentro de una sala y cerró la puerta, tapándola con su cuerpo.
   -¡Eh! ¡¿Pero qué haces?! -dije enfadada- ¡¿Por qué has..?!
   -Calla y no te muevas, solo será un segundo -dijo cortándome la frase.
Hice lo que me pidió y estuve quieta, pero mirando por el estrecho agujero que quedaba entre la puerta y la pared. No se veía gran cosa, lo único que conseguía ver era parte del pasillo, y la otra parte la tapaba Dylan con su cuerpo. Entonces escuché pasos de otra persona. Menos mal, empezaba a preocuparme que no hubiese nadie por allí.
   -Estudiante Donnovan, ¿qué hace aquí? ¿No debería estar disfrutando de su tiempo libre junto con el resto de compañeros? -dijo entre sorprendido y enfadado, era una voz grave, seguramente de un hombre, y parecía muy imponente.
   -Verá maestro Eilan, yo...
   -No, Donnovan, no tengo ni tiempo ni ganas de estar escuchando sus excusas. Sabe perfectamente que no debe pasearse libremente por esta sección del instituto. Así que vuelva a la zona en la que le corresponde estar, y no me moleste más, tengo mucho trabajo, y me gustaría acabarlo antes de que termine el día. Ahora si me lo permite y se aparta de la puerta de mi despacho, le agradecería enormemente que me dejase trabajar.
Un momento, ¿su despacho? Entonces miré a mi alrededor: un escritorio, estanterías, material de trabajo... ¡Ese era su despacho! Si a Dylan le había regañado por estar simplemente en medio del pasillo, ¿qué me pasaría a mí? Yo que no debería estar ahí, yo que no era una estudiante de ese sitio, yo que ni sabía qué estaba sucediendo. ¿Qué debía hacer? ¿Esconderme? Pero no había ningún lugar en el que ocultarse, a menos que me metiera debajo de la mesa, aunque eso sería, además de muy típico, demasiado patético. Sin saber qué podía hacer, me apoyé en una de las paredes del cuarto y seguí pensando. Lo único que se me ocurría era desaparecer, pero claro eso sería como volverse invisible.. Justo como lo hacía Dylan, aunque yo me había vuelto invisible también, ¿verdad? Bueno al menos eso creo. Entonces, tal vez, podría volver a hacerlo. Pero, ¿cómo lo había hecho antes? Me senté en el suelo, frotándome la cabeza con las dos manos. Solo tengo que desaparecer, solo eso. ¿Solo eso? Que locura, ¿no? Pero lo intenté, y cada vez me sentía más ligera, cerré los ojos, dejando de pensar, y notando como el escritorio, las estanterías, y todo lo que me rodeaba desaparecía. Entonces la puerta se abrió. Un hombre alto, y vestido con una túnica larga muy extraña, entró en la habitación. Era alto, con el pelo gris y bastante largo, parecía mayor. También vi como asomaba su cabeza Dylan dentro de la habitación, y miraba sorprendido a todas partes, entonces el maestro se sentó y miró a Dylan extrañado.
   -¿Donnovan? ¿Qué está haciendo? Salga de aquí inmediatamente.
No puede ser. ¿Lo había hecho? ¿Era invisible? Bueno, eso, o me estaban ignorando completamente. Dylan todavía estaba en la puerta, con la boca abierta del asombro por no encontrarme ahí dentro, pero iba a salir como le había pedido el maestro, y si cerraba la puerta, yo no podría irme. Me levanté rápidamente y salí de la sala. Sin querer empujé un poco a Dylan, que miró confundido hacia donde yo estaba, pero volviendo a girar la cabeza como si no hubiese visto nada, volvió a echar un vistazo rápido dentro del despacho, y salió cerrando la puerta detrás de él, y alejándose un poco.
   -¿Melody?
Entonces me relajé, y suspiré aliviada, dejándome caer al lado de la pared del pasillo. ¿Volvía a ser visible?
   -¡Melody!
Parecía que sí, porque Dylan se abalanzó hacia mí, abriendo mucho los ojos.
   -¿Pero cómo has..? Da igual, ya hablaremos luego sobre eso, ahora tenemos que irnos de aquí antes de que nos vea alguien más -dijo a la vez que volvía a sujetar mi mano contra la suya y volvíamos a retomar el camino. Finalmente llegamos a una sala circular repleta de libros por todas partes, pegadas a las paredes había estanterías con libros, y más estanterías que iban formando círculos concéntricos de libros dejando amplios pasillos circulares a su alrededor, algo parecido a una espiral. Entramos, en lo que parecía la biblioteca más extraña en la que había estado, y nos sentamos en una de las mesas circulares más alejadas de la puerta de la estancia, parecía a que a Dylan le gustaba estar lejos de donde la gente pudiera verle.
   -Te habrás imaginado que esto es una biblioteca ¿no?
   -¿De verdad crees que soy tan tonta? ¡Pues claro! -dije indignada, pero él me respondió con una amplia sonrisa.
   -Aquí no nos molestarán, al menos durante un rato.
Dylan se levantó y se dirigió a una de las estanterías, en busca de algún libro. Le perdí de vista un momento mientras revisaba todos los nombres de cada libro buscando el que él quería. Dejé que mi mente vagase por la sala, viendo y analizando cada detalle. Las paredes eran blancas, iguales a todas las que había visto por el instituto, pero las de esta biblioteca eran diferentes, había que fijarse mucho, pero en algunas zonas había extraños signos grabados, líneas, círculos, y otras figuras que se entrelazaban las unas con las otras y no dejaban apreciar qué eran exactamente. Volví mi vista hacia una de las enormes estanterías que se apoyaban en la pared, y empecé a leer todos los nombres de esos extraños libros, de algunos conocía el significado del título, pero otros tenían unas letras extrañas, y no distinguía lo que ponían, tal vez, fuese el mismo idioma que había usado Dylan cuando nos teletransportamos hasta aquí. De repente, una pequeña lucecita azul pasó volando  delante de mis narices y, con unos reflejos que ni yo misma me hubiese imaginado que tenía, conseguí atraparla, sujetándola con la mano. Entonces la abrí y vi una pequeña bolita que emitía una preciosa luz azulada y se movía inquieta, intentando escapar. La solté y vi como se alejaba y se reunía con más bolitas luminosas, ¿era así cómo se iluminaba todo? Este lugar cada vez me asombraba más, era todo tan... Mágico. Seguí repasando todo con la mirada hasta que Dylan volvió, llevaba entre sus manos un libro enorme y gordísimo, que parecía pesar por lo menos una tonelada. Lo dejó en la mesa, levantando mucho polvo, no parecía que mucha gente leyese ese libro en particular, me fijé en la portada del gran libro, tenía unas grandes letras con una caligrafía preciosa, pero no llegué a entender lo que ponían ¿otra vez ese extraño idioma?
   -¿Cómo te apellidas?-dijo Dylan abriendo el pesado libro por la mitad, y mirándome con los ojos entrecerrados.
   -Johnson, Melody Johnson.
   -¿Johnson? Es un apellido raro -dijo riendo.
   -¿Qué? Es un apellido de lo más normal, además es mi apellido, así que deja de reírte -dije dándole un pequeño puñetazo en el hombro.
  -De acuerdo Johnson, vamos a ver que encuentro -dijo mientras pasaba páginas y buscaba por todo el libro.
  -Vaya... esto sí que es extraño, no apareces en el registo.
   -¿El registro?
   -Sí, en este libro es donde están guardadas cada uno de los arquelios existentes, se va modificando cada vez que alguien nace, o muere. Pero lo raro es que tú no apareces, ni nadie que tenga el mismo apellido. Te lo dije, Johnson es un apellido raro.
   -¿Y por qué iba a aparecer yo ahí? Sigo sin saber lo que es un arquelio. Y tú dijiste que no sabías lo que era, así que tal vez no lo sea.
Dylan resopló, no parecía que le apeteciese demasiado tener que explicarme muchas cosas en ese momento.
   -Digamos, que los arquelios son algo así como una especie superior a los humanos, más evolucionada, aunque realmente no nos diferenciamos tanto de ellos, simplemente tenemos una historia distinta a la suya.
   -Ah entiendo...-dije aún sin comprender demasiado.
   -Verás, yo... No creo que tú seas humana.
   -¿Qué? Pero...
   -Es que, no sería lógico que lo fueses: puedes hacerte invisible, como haría cualquier arquelio, y puedes teletransportarte, bueno, en eso te ayudé yo un poco, pero ningún humano ni ínfimo, sería capaz de hacerlo ni con ayuda.
   -¿Ínfi que? -cuanto más me hablaba, menos comprendía.
   -Ínfimo, es... Bueno, no es humano -Dylan rió al ver mi cara, creo que notó que no estaba entendiendo nada de nada.
De repente, escuché como se acercaban muchísimos pasos a la vez, y voces de mucha gente. Dylan también lo escuchó, porque estaba mirando hacia la entrada de la biblioteca, alerta a cualquier problema.
   -Creo que es hora de que nos vayamos -dijo levantándose de un salto y volviendo a dejar el libro en su sitio.
  -Pero, aún no me has explicado nada, no sé lo que soy, no he entendido casi nada de lo que has dicho.
   -Lo sé, lo sé, y te debo una explicación, pero será en otro momento, y en otro lugar. No puedo arriesgarme a que alguien te vea y te haga algo.
   -Entonces, ¿qué hacemos?
   -De momento salir de aquí, te llevaré de vuelta al instituto humano, luego decidiremos qué hacer. Venga vamos -me levanté para seguirle, a veces costaba seguirle el paso de lo rápido que se movía, pero me detuve en la puerta, aquello estaba lleno de gente, de adolescentes de mi edad, y mayores que buscaban su clase, y a sus compañeros, ¿cómo se suponía que no iban a verme? Aunque volviese a hacerme invisible como antes, me chocaría con todos ellos, y se darían cuenta de que había alguien allí. Dylan debió de percibir mi inseguridad, se dio la vuelta y me agarró la mano.
   -No te preocupes porque vayan a verte ahora, ellos son estudiantes, como yo, no saben reconocer a un arquelio o a un humano, eso solo lo hacen los profesores, o alguien que tenga experiencia y haya estudiado, así que, relájate, respira hondo, porque seas lo que seas, ahora mismo solo eres una estudiante arquelia más, que va a salir un momento de este sitio.
Acto seguido, reemprendió el camino, todavía sujetándome para que no me alejase ni lo más mínimo. El camino de vuelta se me hizo mucho más corto que el anterior, se ve que antes, Dylan había elegido un camino más largo, aunque menos transitado, para que nadie nos viese, y ahora que había gente por todas partes, daba igual. Llegamos de vuelta al punto de partida, esa sala amplia y blanquísima que estaba al final de unas escaleras. Subimos, y Dylan volvió a hacer lo del teletransporte, volví a sentir un escalofrío que me recorría el cuerpo de los pies a la cabeza, y llegamos a la biblioteca, una aburrida biblioteca humana, que no se parecía en nada al lugar en el que me encontraba minutos antes. Sentí como Dylan me abrazaba fuertemente, y me miraba, con su frente apoyada en la mia. Estábamos tan juntos...
   -Debo volver a mis clases -dije casi en un susurro.
   -Yo también a las mías -me habló en el mismo tono de voz que había usado yo.
   -¿Cuándo me lo explicarás todo?
   -Todo a su momento, intentaré que sea esta tarde, ya encontraré la forma de que nos veamos, no te preocupes -sentí como una de las manos que tenía apoyadas en mi cinturase deslizaba hacia mi barbilla, y me la cogía suavemente.
   -De acuerdo, pero no te olvides.
   -Tranquila, no voy a poder olvidarme de ti en mucho tiempo.
Sentí como me sonrojaba, y tímidamente, me deshice del embrujo de su mirada, me deslicé rompiendo el abrazo que nos unía y me separé de él, poco a poco, me di la vuelta y me marché. Yo tampoco iba a poder olvidar a ese chico.
   Al acabar las clases salí al pasillo junto con todos mis compañeros, la clase de matemáticas había sido horrible, si ya tenía la cabeza hecha un lío por todo lo que estaba pasando, la cantidad de números que escribió el profesor en la pizarra me revolvió un poco más las ideas. Y eso que había intentado concentrarme en la clase, pero lo único que ocupaba mis pensamientos era todo lo que había pasado, y Dylan... No podía esperar a volver a verle, justo en ese momento sentí un escalofrío que recorrió todo mi brazo izquierdo, noté como si tuviese que girarme, que había algo en esa dirección, así que me di la vuelta, y miré por la ventana más cercana. En frente, en el tronco de un árbol, y con una postura de lo más relajada, se apoyaba un chico rubio, que me miraba intensamente. Dylan. Le sonreí, devolviéndole la mirada, me sentía tan feliz... Pero mi felicidad se fue tan rápido como había llegado. Escuché un par de gritos asustados que provenían de la entrada, y vi como un círculo de gente rodeaba a una chica que se acababa de caer, pero un chico la había recogido justo antes de que llegase a tocar el suelo, tal vez, se había desmayado, pero,  un momento... Ese pelo, esa figura... ¿Esa no era Keyla?









domingo, 10 de abril de 2016

Capítulo 4: Visiones

    La cabeza me daba vueltas, aún me sentía muy aturdida, pero tenía que evitar que mi padre se diese cuenta, no podía enterarse de nada, no después de lo que estaba pasando, nada de esto era normal, y tenía demasiadas cosas en la mente como para concentrarme en una sola. Primero mi pesadilla... ¿Qué significaba todo aquello? Una parte de mí no dejaba de pensar que nada de esto era real. Pero mi otra mitad se negaba a olvidar lo que había visto y sentido. Después estaba ese horrible dolor de cabeza que apenas me deja pensar con claridad. ¿Tendría algo que ver con la pesadilla? La aspirina ya debería haber hecho efecto. Y luego ese símbolo. ¿Por qué iba a tener yo eso en el cuello? Yo nunca me había hecho un tatuaje, ni siquiera había pensado en la posibilidad de tener uno. Confusa, recordé que Derek había dicho que brillaba. Desde luego, ya no podría pasar nada más raro, o al menos, eso espero. Lo mejor sería que hablase con mi hermana, para descubrir qué demonios estaba pasando.
    - ¿Pasa algo chicos? -papá se giró sorprendido hacia nosotros- Estáis muy callados...
    - Es porque estamos nerviosos -dijo Melody, que ya había quitado la mano de la boca de Derek- Es el primer día de clase, es normal que estemos así ¿no? -dijo volviéndose hacia nosotros, pidiendo ayuda con sus enormes ojos azules. Mi hermano y yo asentimos en silencio. Cada vez que movía la cabeza una punzada de dolor me taladraba las sienes. Tenía que salir de allí, tenía que estar sola y relajarme. No conseguía pensar con claridad. Incluso me había quedado sin apetito. Observé, de nuevo, la tortita que tenía delante Melody, con el dibujo que se suponía que yo misma tenía.
   - Voy a vestirme. No quiero llegar tarde, y menos el primer día. Vosotros daos prisa también -dije mirando a Derek y señalando a Melody. Me levanté y me dirigí a las escaleras que daban al segundo piso.
  - Pero, si casi no has comido hija -dijo mi padre mirándome algo sorprendido.
  - No tengo hambre, de todas formas, ya comeré algo más tarde -dije quitándole importancia, al salir  por la puerta de la cocina,me tropecé con mi madre.
  - ¿A dónde vas tan rápido? Ah, ya entiendo lo que pasa. Has quemado el desayuno y ahora huyes de la verdad, ¿no? -dijo ella divertida.
  - La verdad es que Derek no ha dejado de babear con las tortitas que tenía delante -le dije forzando una sonrisa- Voy a prepararme -le di un sonoro beso en la mejilla y aceleré hasta las escaleras. La cabeza seguía dándome vueltas, intentar aparentar tranquilidad estaba siendo un trabajo más duro de lo que había pensado.
   Subí rápidamente por las escaleras, agarrando la barandilla para evitar caerme. Entré en el baño y cerré la puerta, abrí el grifo de agua fría y me mojé la cara. Mucho mejor. Me miré al espejo, y vi mi cara muy pálida. Me recogí el pelo en una coleta alta, y giré el cuello intentando ver la marca en el espejo. Nada. No había nada que pudiese resultar extraño en mi cuello, ni en mi nuca. ¿Se suponía que era una broma? Recordé la cara que había puesto Melody cuando Derek dijo lo de la marca. Muy pocas veces la había visto con esa expresión. Pero yo no veía ningun símbolo ni mancha que estuviese fuera de lo normal. Me giré varias veces más. Resoplé soltandome la coleta y saliendo del baño, me metí en mi cuarto, y me desplomé sobre la cama, dejando las piernas colgando, y mirando al techo. Necesitaba relajarme un poco. Tenía que concentrarme en algo para poder dejar de pensar en todo eso. Me fijé en las estrellitas que estaban pegadas en el techo de la habitación. Recuerdo que cuando era pequeña me daba miedo la oscuridad, y mis padres las pusieron para que se iluminasen durante la noche hasta que me durmiese. Aún no las había quitado, a pesar de que ya no tenía miedo, aunque me gustaba que estuviesen ahí, me daban un poco más de seguridad. Quién iba a pensar que una chica de diecisiete años iba a tener estrellitas que brillan en la oscuridad, en el techo de su cuarto. Melody se enfadó con mis padres al enterarse de que su hermana iba a tener estrellitas brillantes en su cuarto y ella no, al final tuve que compratir unas pocas con ella. Sonreí al recordar nuestra infancia. Noté que mi mente se iba despejando poco a poco. Bien, era hora de vestirse para ir a clase. Resoplé. Vaya día el que me esperaba.
    Abrí mi armario y revisé toda mi ropa. Me puse unos vaqueros grises y una camiseta blanca ajustada con un dibujo negro en el centro. Volví al baño y acabé de arreglarme, al salir me topé con unos enormes ojos azules.
   - ¿Qué tal Key? -me preguntó Melody. Me sorprendí, parecía que por primera vez  ibamos a llegar temprano al instituto. Ya estaba totalmente lista. Llevaba una blusa suelta blanca, con pequeñas cintas rosas, una falda corta gris oscura, medias, una chaqueta negra y una bufanda rosa pastel que parecía muy calentita.
   - Bien. Mejor que antes, la verdad. ¿Mamá ya se ha ido? -dije mirando hacia las escaleras.
   - Sí, hace rato -dijo con aire despreocupado mientras se miraba en un espejo, que estaba colgado en el pasillo, y se ajustaba la chaqueta para que quedase bien con la bufanda.
   -  Vale. Y Derek, ¿está preparado ya? -giré la cabeza buscandole.
  - Síí -dijo Derek saliendo de su habitación y poniendose una chaqueta. La verdad es que mi hermano, cuando se lo proponía y se vestía bien, era bastante guapo. Llevaba unos vaqueros negros y una sudadera azul con capucha.
   - Pefecto, pues vámonos entonces. No quiero perder el autobús.
    Salimos los tres de la casa. Me giré, poniendome una chaqueta y miré la fachada. Sonreí, y empezamos a caminar hacia la parada del bus. Nos sentamos en un muro cerca de allí, y vi como cada uno de mis hermanos sacaba sus propios cascos. Yo no necesitaba sacarlos, porque casi siempre los llevaba colgando, en el cuello. No recuerdo el día en que me los compré, pero fue amor a primera vista. Eran muy cómodos y llevaban el dibujo de una calavera sobre un fondo rojo, a los lados. Sumida en mis pensamientos, no me di cuenta de que el bus había llegado hasta que Mel me tiró de la chaqueta para despertarme de mis ensoñaciones. Subimos, primero Derek y luego Mel. Nos sentamos en la parte de atrás y cuando vi que Derek ya estaba en su mundo, escuchando algún grupo de rock, le quité los auriculares a Melody de las orejas.
  -¡Eh! -me miró enfadada- ¿pero qué haces? Era mi canción favorita -dijo dándome un puñetazo en el hombro.
  -Oh, discúlpame -dije irónica y poniendo morritos- tenenos que hablar -dije seria, y Mel me respondió con una cara más seria todavía- ¿Qué pasó en la cocina, y qué es esa historia de un símbolo que brilla? - 
   -¡Dímelo tú! Tú eras la que estaba aturdida en el suelo, ¡pensé que te había pasado algo! -dijo gritando.
  Dos chicos que estaban sentados delante nos miraron.
  -Vale, tranquilízate -dije bajando el tono de voz y Mel me imitó.
  -Me tranquilizaré cuando me digas qué te ocurrió -
  -De acuerdo -miré hacia el suelo y respiré hondo- Anoche tuve una pesadilla, pero no fue algo normal. Todo era muy real, sentía absolutamente todo lo que pasaba, cada detalle, cada sonido, cada olor. Como si realmente lo estuviese viviendo. Era de noche, y llovía, notaba cada gota que me caía. Estaba en la calle, sola. Creo que en un callejón. Recuerdo que estaba buscando a alguien, y estaba muy preocupada por esa persona. De repente, alguien me cogió, agarrándome las manos fuertemente. No pude verle la cara, solo vi que le caían mechones rubios de la cabeza. Si hubiese podido, le hubiese pegado un buen puñetazo, pero, me sujetó tan fuerte que no podía moverme. No sé quién era, pero no parecía que me quisiese viva. Noté que posaba un frío cuchillo sobre mi cuello, y me decía algo. No sé el qué, no conseguía entenderle bien. Entonces apareció alguien más, una chica, rubia con el pelo ondulado, que venía corriendo y gritando directamente hacia mí y...-
   -Pero Key, eso solo es un sueño. No es real -dijo Mel mirándome con incredulidad.
   -Lo sé, lo sé, pero yo lo viví tan intensamente -empecé a temblar- y estaba aquel chico, y el cuchillo, y tenía tanto miedo-
    -Keyla te acabo de decir que eso no es...-
    -Eras tú. Tú eras la chica rubia -lo recordé de golpe- le gritabas al otro que parase, que me dejase en paz. Sí, estoy segura. Tengo un presentimiento Mel, algo va a pasar dentro de poco -me miró extrañada.
   -¿Y lo del símbolo? ¿Qué era eso? -dijo dejando de lado ese tema.
   -Ni idea, yo solo sé, que estaba soñando. Es como si me hubiese metido en un mundo diferente, no recuerdo nada de lo que pasó en la cocina hasta que viniste tú y me despertaste de esa pesadilla -
   -Pues, cuando llegué, estabas tirada en el suelo, temblando. Vi en tu cuello algo que brillaba, y.. Lo toqué, y una corriente de calor me subió por el brazo, era muy.. Reconfortante. Era como una sensación que hubiese perdido hace años. Después desapareció, como si nunca hubiese existido, y tú volviste de tu mundo. Lo que pasa es que..- 
   -Pero Mel - Dijo Derek quitándose los cascos, y mirándole muy intensamente. Al parecer no había puesto música, así que había escuchado toda nuestra conversación. Derek era muy listo a veces, tal vez, demasiado- Mel, a ti también te brillaba el cuello - 
   -¿Pero qué dices? -ahora era ella la que tenía cara de asustada.
   -Sí, yo lo vi -dijo totalmente convencido de sus palabras.
    -¿Qué? Pero... no lo entiendo -Mel giró la cabeza hacia la ventana. Supongo que intentando relajarse y no pensar en nada.
    -Bueno, ya somos dos las que no entendemos que está pasando -le dije sonriendo para que dejase de preocuparse- ¡tal vez hayan sido alucinaciones colectivas!
    -Claro, y estamos todos locos ¿no? -dijo Derek mirándome divertido. Mel seguía sumida en sus pensamientos.
    -Pues tal vez sí -le respondí asintiendo. Aún así seguía confusa, todo seguía siendo raro, diferente. Todavía tenía preguntas sin resolver, y nadie podría responderlas.
    El autobus se paró, y bajamos en silencio, cada uno pensando es sus cosas. Derek iba delante de Mel y de mí, y se apresuró todavía más para entrar y comenzar a conocer a todos sus nuevos compañeros. No me preocupaba lo que hiciese, después de todo, volveríamos a vernos a la salida. De repente, Mel se detuvo y se quedó mirando a alguna parte detrás de mí.
    -Oye Key, ¿conoces a aquel chico? -dijo sin apartar la mirada, parecía hipnotizada. Me giré, buscando el lugar que me indicaba ¿a quién se refería exactamente? Allí había muchísima gente.
   -Mel ¿a quién..? -entonces le vi. Un chico alto y de pelo oscuro que iba con otro. Si le conocía, no me acordaba de él, pero había algo extraño de él que me atraía como a un imán. Algo que no sabría explicar con palabras. Algo como si ya le hubiese visto antes. Una sensación agradable recorrió mi espalda y se detuvo en mi cuello, pero solo por unos instantes.  Después, desapareció.
   -Venga Key, no te quedes embobada, que vamos a llegar tarde -Mel me agarró de la mano y tiró de mí para que entrase a clase. No podía despegar los ojos de los de aquel chico, me fascinaba. No creo que fuese al instituto, parecia dos o tres años mayor que yo, y tenía un aire realmente misterioso. Supongo que no volvería a verle, así que me giré y entré junto con Mel a la escuela.
     -Nos vemos en el recreo ¿vale? -le dije a Mel antes de que nos separasemos, aunque nuestras clases estuviesen cerca no ibamos a vernos durante el resto de la mañana y ella podría agobiarse con tanta gente desconocida a su alrededor. Hasta yo me sentía un poco agobiada con tanta gente mirándonos y preguntándose entre ellos quiénes eramos.
   -Sí sí, además, me gustaría seguir hablando de lo de esta mañana, aún estoy confusa -dijo ladeando la cabeza.
   -De acuerdo, yo tampoco tengo las ideas claras. Nos vemos luego -la abracé tan fuerte como pude y me fui, en busca de mi clase.
 
     El resto de la mañana pasó igual que cualquier día normal de clase. Aburrido. Al menos no ocurrió nada extraño, lo cual, era un gran alivio. Al fin, sonó la campana que señalaba que era la hora del recreo. Menos mal. Recogí mis cosas y salí de la clase, sin esperar a nadie, sin hablar con nadie. Es verdad que yo no era como mi hermana, a ella no le gustaba conocer a la gente, era tímida, tenía miedo de como pudiera ser la gente, que no fuese como ella esperaba. Recuerdo que, a veces, cuando eramos pequeñas, para evitar conocer a alguien, se escondía detrás de mí y cerraba los ojos. Como si intentase ser invisible para que nadie la viese. Yo no tenía ese problema, no tenía ninguna vergüenza de hablar con la gente, pero, no me gusta relacionarme con los demás. Soy una persona bastante solitaria, supongo. No me refiero a que no hable con nadie nunca, simplemente, hablo lo justo y necesario, si no es dentro de clase, apenas hablo con nadie. Para eso ya tengo a mi hermana, sé que puedo confiar en ella, contarle todo lo que me pasa, por eso tenemos una relación tan especial, nos ayudamos en todo lo que podemos y aunque a veces nos enfademos y tengamos diferentes opiniones, sigo queriéndola muchísimo.
    Seguí caminando por los pasillos del colegio, pasando clases, y taquillas, gente hablando, riendo... Lo cierto es que estaba un poco perdida. ¡¿Dónde se suponía que estaba la salida?! Seguí caminando hasta que vi, al fondo del pasillo a una chica rubia y una bufanda rosa, saliendo por una enorme puerta de cristal. ¡Al fín, una salida! Y además, ya tenía localizada a Mel. Perfecto. Salí y me puse un gorro negro de lana. Al atravesar la puerta, tuve un escalofrío, no es que hiciese mucho calor... Vi a Mel sentada sobre un muro y mirando hacia todos lados, hasta que fijó sus enormes ojos azules en mí, y me saludó sonriendo. Llegué hasta ella y vi como sacaba un enorme bocadillo que parecía mas grande que ella. Sentí como mi estómago rugía. Es verdad... Se me había olvidado coger algo para comer. Maldita sea.
     -¿Qué te pasa? -dijo Mel, mordiendo el bocadillo con los ojos muy abiertos.
     -No he traído nada para comer -respondí entristecida- supongo que habrá algún lugar donde poder comprar algo-
    -Si quieres, te puedo dar un poco del mio -dijo ofreciéndome la mitad de su delicioso desayuno.
   -No, tranquila, come. Ya iré luego a buscar algo -dije sentándome a su lado y mirando a todos nuestros compañeros.
    -Vaaale. Oye ¿has visto a Derek?-
   -Pues... ahora que lo dices..-me giré para ver todo el patio buscando a mi hermanito- Ahí está, mira -dije señalando unos bancos en el que había un grupo de chicos hablando y riendose, Derek estaba rodeado por unos cuatro chicos y parecía el centro de atención. Es posible que él fuese el que mejor sabia relacionarse con el resto de personas.
    -¡Qué suerte! Él ya tiene amigos, y yo aún no he hablado con nadie -dijo Mel cruzandose de brazos y haciendo que se enfadaba.
   -Bueno, pues podrías ir a conocer a alguien mientras yo voy a comprar algo que comer -dije riendo.
   -¿Qué? ¿Yo? ¡¿Estás loca?! -dijo asustada.
   -Tal vez un poco sí, de todas formas ¿prefieres quedarte aquí sola mientras esperas a que vuelva?-
   -Buff... vale, ya voy -se levantó de un salto y se dirigió hacia un grupo de chicas que hablaban cerca de donde nosotras estabamos.
      Bien, a ver si se le iba ese miedo tan irracional que tenía ante las personas. Me quedé un segundo observando como se marchaba y decidí levantarme e ir a buscar alguna máquina que vendiese barritas de cereales o cualquier cosa comestible. Empecé a caminar y a mirar a todos lados buscando. Pero no encontré nada. ¿De verdad tendría que pasar el resto del día sin comer? Ya, totalmente desilusionada y con el estómago vacío, me senté al lado de un árbol. Seguí curioseando un poco más el patio. Derek ya se había hecho famoso, el grupo de chicos había aumentado y parecía que estaban jugando a algo. Derek siempre tiene esa magia para conseguir todo lo que quiere. Seguí observando. ¿Dónde estaba Melody? Miré hacia el grupo de chicas con el que se suponía que había ido a hablar, pero no estaba. Tal vez le entró el pánico y se fue dentro. Así que me tocaría pasar un recreo hambriento y solitario... ¡Qué desesperación! Bueno, al menos, tendría tiempo para pensar en todo lo que había pasado hoy. La verdad es que ha sido un día bastante raro. Me toqué el cuello de nuevo, llevaba toda la mañana haciéndolo desde que mis hermanos me dijeron lo de la marca. Y, nuevamente, no había nada. De repente, empecé a notar un cosquilleo, y una corriente me recorrió la espalda y dejó una extraña, aunque agradable, sensación en mi nuca. Que raro, sentía como si alguien, me estuviese observando. Me levanté todavía confusa. Mi cabeza, oh no, ¿otra vez el dolor de por la mañana? No, un momento, era diferente, era como si me estuviese concentrando demasiado en algo y me doliese por ello, pero no era un dolor tan fuerte como el de antes, sino, más suave, como si intentase pensar algo y visualizarlo con mucha claridad, realmente era como... Como si alguien estuviese intentando leer mis pensamientos.
      << Oye, gírate ¿quieres? No me gusta que me den la espalda>> 
¿Qué, pero qué? ¿Qué era esa voz? Parecía alguien hablándome, pero ¡dentro de mi cabeza! Decidido, Mel tenía razón, me estoy volviendo loca.
    <<¿Pero de qué hablas? en serio, te lo pediré con más educación si lo prefieres ¿le importaría a la señorita darse la vuelta para poder conversar tranquilamente?>>
    Me giré pensando que todo debían de ser imaginaciones. Pero para mayor sorpresa, apoyado sobre la verja de metal que rodeaba el patio, estaba un chico alto y con unos misteriosos ojos azul verdosos que lo observaban todo. El mismo chico que había visto esta mañana mirándome. ¿Qué querría? ¿Y cómo habría hecho eso de hablar por la mente? ¿O eso me lo había imaginado? Después de lo que pasó esta mañana no me extrañaría que todo esto fuese otro sueño.
    -¿Y tú quién eres? -dije en tono brusco acercandome  a él.
   -Pues, la mayor parte del tiempo, yo soy yo, ¿y tú, quién se supone que eres? -respondió en tono burlón.
    -Pues resulta, que yo, también soy yo -dije exagerando una sonrisa, como si aquella conversación tuviese algo de normal.
     -Muy bien desconocida, otra pregunta ¿qué haces en este sitio? -dijo mirándome de arriba abajo.
     -¿Que, qué hago aquí? ¿No es obvio? Este sitio se llama instituto, es donde las personas normales van a estudiar -respondí sarcásticamente.
     -Exacto, las personas normales, no es un sitio para gente como tú o como yo -dijo con una media sonrisa.
    -¡¿Me estás diciendo que no soy normal?!-dije ya bastante enfadada. ¿Se estaba riendo de mí?
    -Si te das cuenta, también he dicho que yo tampoco soy una ''persona normal''. Así que no deberías de sentirte insultada -me miró a los ojos fijamente, como si no hubiese nada más alrededor- A lo que me refiero es que no deberías de estar aquí. Y menos aún con esa chica que te acompañaba esta mañana.
     -¿Qué? ¿Por qué dices eso? No lo entiendo, Melody es mi hermana ¿por qué no iba a poder estar con ella?-dije sorprendida, como si realmente me hubiese afectado que alguien quisiese separarme de ella.
    -¿Perdona, qué? ¿Tu hermana?-abrió mucho los ojos, parecía sorprendido de que tuviese familia- Eso es imposible, no puede estar emparentada contigo de ninguna forma.
    -Bueno, y eso ¿por qué? Llevo viviendo con ella toda la vida -dije bastante segura.
   -Ah, pero que hayas vivido con ella, no significa que sea realmente tu hermana, no lo habías pensado ¿no? -dijo eludiendo mi pregunta. Cada vez estaba más asombrada, pero ¿qué le pasaba en la cabeza a éste tío? Entonces me miró la cara y se rió, quizás estuviese más loco que yo. Genial, iríamos al psicólogo juntos- Bueno, por lo que veo, no tienes ni idea de lo que te estoy hablando, ¿me equivoco?-
    -No, no te equivocas. Y creo que esto ya está siendo demasiado raro, así que mejor lo hablamos en otro momento ¿vale?-dije intentando escapar, aunque la verdad es que me parecía una conversación bastante divertida.
   -De acuerdo, quedamos luego y hablamos. Sales cuando acaban las clases ¿no?-dijo apartándose el flequillo que le caía por la cara.
   -¿Qué? ¿De qué vas? ¡Pero si ni siquiera te conozco!-dije dándome la vuelta.
   -¡Eh! espera -dijo atravesando la verja con su brazo y agarrándome fuertemente la mano antes de que me fuese- ¿Acaso no tienes interés en saber quién soy? -
    -Claro, claro. No tengo nada mejor que hacer que hablar contigo -dije irónica, cruzandome de brazos y moviendo la cabeza.
    -Perfecto, bueno, mi nombre es Calen. Creo que el resto de la información la guardaré para cuando nos veamos, y te lo explicaré todo con detalle en su momento. Si lo piensas, es la que realmente te interesa ¿trato hecho?-dijo tendiendome la mano en señal de amistad. Seguí cruzada de brazos, mirando su mano con desconfianza- Lo cierto es, que te conviene aceptar, tengo información muy valiosa que me gustaría explicarte y que podría abrir tu mente a nuevas ideas -parecía que empezaba a impacientarse.
    -Pff... más te vale que sea cierto -respodí descruzándome de brazos y estrechándole la mano. Al tocarle sentí una especie de conexión, algo extraño, como si un vínculo se crease entre nosotros, y.. me sentí protegida. Sonreí, todavía observando como nuestras manos se entralazaban, y Calen, me devolvió la sonrisa, revolviéndose su pelo castaño oscuro con la otra mano, y mirándome con un extraño brillo en sus ojos. La campana del final del recreo, sonó, devolviendome a la realidad- Bueno, pues, adiós... Calen -dije sonrojándome y apartandome de él. Me di la vuelta y volví a escuchar su voz en mi cabeza.
   << Hasta pronto, Keyla>>
  -Pero, ¿cómo haces eso?-dije girándome, pero él ya no estaba ahí, había desaparecido. Empecé a caminar, pensando en ese chico ¿cómo sabía mi nombre? Reí para mis adentros, y ¿qué clase de nombre era Calen? ¿Eso existía? Desde luego era un nombre muy raro ¿de dónde sería? Pensé divertida. Lo cierto, es que, a primera vista, era muy atractivo y cuando le vi de cerca, lo era todavía más. Parecía simpático, aunque puede que sea porque tiene algún pequeño problema mental, o tal vez sea, que simplemente tiene una personalidad muy divertida, y una cabeza un poco demente. Todo era posible en un día como aquel. Aunque realmente me molestaba que alguien supiese algo que yo no sabía.
Ensimismada todavía en aquella conversación tan extraña, intenté recordar cuál era mi siguiente clase. Historia. Genial... Una hora entera oyendo a la profesora hablar de Abraham Lincoln. Me colgué la mochila al hombro y me dirigí hasta mi clase.
     Ni siquiera presté la más mínima atención, seguía pensando en todo, se me pasó el tiempo, y cuando me di cuenta, ya habían acabado las clases y, casi todos ya se habían ido de la clase. Vaya, seguro que Melody y Derek me estaban esperando fuera. Salí lo más rápido que pude y bajé las escaleras de la salida. Me paré cerca de una pared. No veía a Melody por ningún lado. Seguí buscando y me encontré con unos ojos azul verdoso clavados en mí, a unos metros de distancia. Noté que me sonrojaba levemente, y Calen me sonreía. Maldita sea, se había dado cuenta. Miré hacia otro lado, todavía colorada, y no me creí lo que vi en ese momento. Ahí mismo, apoyado en el tronco de un árbol, estaba el chico rubio. Sentí que volvía mi dolor de cabeza, ese dolor tan penetrante. De nuevo, recuerdos de la pesadilla de esta mañana me golpearon la cabeza. El cuchillo. Un chico rubio, que me agarraba el cuello sin dejarme respirar. Melody... Todavía mareada, miré de nuevo a Calen, su cuerpo se había tensado, y fulminaba con la mirada directamente al chico que acababa de ver. La cabeza me daba vueltas, no lo soportaba. Me dolía demasiado. Dios, esto no era normal. De repente, aquel chico me miró y, lo último que vi antes de perder el sentido y desmayarme, fue a Calen corriendo hacia mí.
  
   
   

    
   

   

  


Capítulo 3: Calen

     Hoy es el día. Después de tantos años de entrenamiento y formación, por fin voy a atravesar el portal. El portal que me llevará a la otra dimensión, La Tierra, el mundo que observaba en ese mismo momento a través de un pequeño amuleto que siempre llevaba colgado al cuello.  Nuestra raza llevaba estudiando La Tierra durante siglos. Continuar la misión de nuestros ancestros y acabar con esos inmundos arquelios, era todo un honor para mí. << Debemos proteger a los humanos y evitar que nuestros enemigos se adueñen de la Tierra>> había dicho el gran jefe al comienzo de la guerra, hace ya un par de generaciones. Recordando las palabras de mi abuelo, me inundó la nostalgia. Fue un gran guerrero, el mejor en aquellos tiempos. Era inteligente, rápido y ágil, pero no lo suficiente como para ver a aquel que le clavó la espada en el corazón. Un fallo que puso fín a su vida en la Gran Guerra de las Razas. Su funeral y entierro ocupó dos meses de la vida de nuestro clan. Los ínfimos tenemos muchas costumbres, por eso los funerales de nuestros superiores son como rituales de espiritualidad para que su alma nos proteja por siempre. Aún recuerdo como quemaron su cuerpo con el fuego de los espíritus, cuando yo era todavía muy pequeño. Una llama azul pasó delante de mis ojos e incendió instantaneamente todo, dejando sus cenizas con un suave resplandor azul. Sus restos fueron enterrados cerca del gran Árbol Gris, allí es donde descansaban todos los grandes reyes y guerreros de nuestra tierra. Dicen los sabios que el árbol se alimenta de sus almas dejando que formen parte de su ser, y haciendo que, de alguna forma, sigan vivos en su interior. 
    Detecté una sombra que se acercaba con rapidez hacia mí, pero no me moví, esperando a que llegase. 
    -Tío, al fin te encuentro. Vamos a llegar tarde. Todos nos están esperando en La Puerta.
La voz de mi mejor amigo, Alex,  me trajo de vuelta a la realidad. 
   -Solo estaba pensando... ¿sabes? estoy preparado para  matar a todos esos inmundos arquelios. Voy a vengar a mi abuelo y a todo nuestro pueblo.
   -No dudo que puedas contra todos los arquelios del mundo, Calen, pero no te voy a dejar solo -me dijo Alex, poniendo una mano sobre mi hombro- estamos todos contigo. 
   -Lo sé, tío. Lo sé. 
   -Además recuerda que, necesitamos la clave para llegar a su mundo, no podemos matarlos desde que los veamos. 
   -Lo sé, pero... No sé si voy a poder controlarme, Alex. Tengo sed de venganza desde hace tiempo, vas a tener que ayudarme. Confío en ti. 
   -Claro, Cal. Te ayudaré. Si tengo que atarte las manos para no encontrar cadáveres con el cuello roto por las calles de Londres, lo haré -me prometió con una sonrisa.
   -Eso no servirá.  Sabes perfectamente que podría matarlos sin usar las manos. 
Alex iba a responder cuando uno de los sirvientes de mi padre, el actual jefe, apareció para avisarnos de que teníamos que acudir cuanto antes a La Puerta.
   -Se solicita la presencia de Calen Hunter y Alex Olsson para comenzar la misión de exterminio de arquelios en el mundo de los humanos -dijo como si fuera una máquina. Acto seguido se dio la vuelta y se marchó por donde había venido.
   -Ve tú, aún tengo que despedirme de Amanda.
   -Venga ya tío, vas a estar dos días fuera. ¿Tanto te necesita? -dijo riendo.
   Ahogué una carcajada- Ya sabes, es mi prometida. Debo tenerla en cuenta y hacer que se sienta bien. 
   -¿Eso te ha dicho? -dijo esta vez riendo más fuerte- Siempre lo he pensado, tío. Las mujeres acaban con tu vida. 
   -No me des sermones y vete al punto de encuentro. Dile a Cedric que estoy ahí en cinco minutos -dije riendo yo también.
   -Está bien, está bien. Te esperamos. -dijo con una última sonrisa. 
   Salimos a la vez de la habitación, pero tomanos camimos diferentes. Y caminando por los pasillos, volví a sumirme en mis pensamientos. 
    En un mes tendría lugar mi boda, y no creía estar preparado. Tenía claro que Amanda causaba algo en mí, me hacía sentir bien. Pero nada más. Me gustaba, era mi amiga, pero no la quería. Sin embargo, mi padre debe abandonar el trono alguna vez en su vida, aunque la simple idea le ponga enfermo. Le encanta gobernar, poner su culo gordo en su gran trono de cuero negro con bordes rojos, y dar órdenes. Sobre todo dar órdenes. Esto no significa que no sea un buen líder. Es el mejor gobernante que ha tenido el clan de los ínfimos, después de mi abuelo. 
    Lo malo es que alguien debe sucederle, y ese soy yo. Calen Hunter, futuro rey de los ínfimos. Si no estoy preparado para casarme, mejor no hablo de ser rey. Llevo desde los 7 años entrenando, la edad mínima para empezar a formarse. Estudio y lucho. Es lo único que hago. Yo no sé decidir en nombre de todos los millones de ínfimos del clan. Solo con imaginarme sentado en ese gran trono, teniendo que pronunciar todo un discurso a mis "súbditos" me daban ganas de tirarme por un puente y desaparecer del mundo.
    Sin darme cuenta, me encontré llamando a la puerta de mi futura esposa. ¿Qué iba a decirle? Yo no quería despedirme de ella. Yo no quería tener nada con ella. Pero mis padres la eligieron como mi pareja para reinar. Hemos sido amigos desde nuestra infancia. Sus padres son nobles duques de la corte del rey, y se llevan genial con los míos. Desde que nacimos se pactó que la boda tendría lugar cuando tuviéramos 19 años, justo cuando acabase mi entrenamiento. Ella... Es guapísima y me cae genial... Pero desearía poder elegir a mi pareja. Sé que no va a poder ser, pero a veces sueño que encuentro a la chica perfecta, que la elijo para ser mi pareja. Ojalá pudiese renunciar a todo por alguien así.
   La puerta de la habitación de Amanda, se abrió y una preciosa chica con un vestido de palabra de honor y zapatos de tacón de aguja se lanzó a mis brazos y me besó. La verdad, aún seguía sin acostumbrarme a tener que  besarla, aunque no lo hacía nada mal...
   -¿Ya te vas? -me dijo mirándome con sus grandes ojos verdes y desabrochandome un botón de la camisa.
   -Sí. Debo irme. He venido a despedirme -dije apartando sus manos de mí.
De nuevo, un beso. Esta chica siempre era así de imprevisible. 
   -Tráeme algo de la Tierra -me dijo de repente.
   -¿Algo de la Tierra? -pregunté sorprendido- ¿La cabeza de un arquelio? -solté una carcajada.
   -¡Calen! ¡No! -Amanda arrugó la nariz y puso cara de asco- No te atrevas a venir aquí con algo de esas bestias. ¡Aunque estén muertas! -dijo insinuando tener miedo para que la abrazara. Desde siempre había sabido cuándo alguien estaba fingiendo. Tengo esa habilidad. Y en ese momento, Amanda solo quería sentirse querida y que la abrazara. Le daban igual los arquelios. Si por ella fuera los arquelios ni existirian. No le importaba ni lo más mínimo lo que les pasase, si se extinguiesen, seguiría siendo igual de feliz que ahora. Si por ella fuese, no existiría ninguna guerra entre las razas, a pesar de que ella se hubiese entrenado tanto como yo, y poseyese una gran rabia en su interior, que le empujaba a pelear cada vez con más odio, a veces podía incluso asustarme lo agresiva que podía llegar a ser. Me despegué como pude de su fuerte abrazo y le agarré la barbilla contemplando sus ojos.
   -Volveré en dos días -dije serio.
   -Los dos días más largos de mi vida -dijo Amanda suspirando, algo entristecida.
Me fui antes de que Amanda alargase la escena, si empezaba a ponerse teatrera, realmente llegaría tarde. Salí corriendo por los pasillos del castillo, hasta llegar a la sala en la que se encontraba el portal, La Puerta al mundo humano. Parecía que el grupo ya estaba reunido allí, y Cedric les estaba dando instrucciones. Me situé rápidamente al lado de Alex y comencé a escuchar al jefe.
   -...en ese caso debereis aplicar lo aprendido durante vuestro entrenamiento, pero recordad que hay que ser discretos, y siempre hay que camuflarse entre los humanos. Como alguien os descubra os juro que sufrireis un buen castigo -dijo muy serio- Bien, eso es todo, nuestro grupo explorará Londres, ya sabemos de la posible existencia de uno de sus institutos ocultos, así que habrá que ir a comprobarlo. Iremos por parejas para revisar bien toda la ciudad, si encontrais arquelios informad a algún superior.
   Después de eso, guardó silencio, mirandonos a cada uno. Decidido, se puso delante de La Puerta, y la abrió. Una luz azul inundó la sala, y empezamos a atravesar el portal.
   Un extraño cosquilleo me recorrió el cuerpo entero al llegar a la Tierra. Fue como un baño de agua helada. Mis pies tocaron el suelo y busqué con la mirada a Alex, que se encontraba a varios pasos de mí. 
   -Bien, el instituto que estamos buscando se encuentra entre estas diez manzanas -Cedric señaló un mapa con varias cruces formando un círculo- Formad parejas y comenzad la expedición. Haced lo que hemos acordado y no la cagueis. Si no hemos encontrado a las bestias, volveremos a encontrarnos aquí. Id.
   Todos cogieron a un compañero y se separaron hacia alguna de aquellas cruces señaladas. 
   -Vamos. Seremos los primeros en encontrarlos -le dije a Alex, mientras empezabamos a correr.
Recorrimos las frías calles de Londres en silencio, guiandonos por nuestro instinto de cazador. No nos costó llegar hasta el instituto. Los olimos a doscientos metros. Puaj, esos arquelios olían tan bien que incluso me daba asco. Aunque había algo extraño. El instituto que nosotros buscabamos era de arquelios, y nos econtrabamos frente a uno normal y corriente, es decir, de humanos. Tal vez nos hubiesemos equivocado. De repente Alex frenó en seco. 
   -Me ha parecido oir algo. Quédate aquí, Calen. Voy a dar una vuelta a ver si encuentro a alguno, si lo consigo te avisaré. Ah y, recuerda que no debes matarlos, así que no hagas ninguna tonteria -dijo sonriendo.
   Asentí mirando como se dirigía a un edificio gris. Miré hacia otro lado deseando que nuestras víctimas estuvieran ahí, esperando por nosotros para que les matáramos. Parecía realmente díficil encontrar algo por allí, había tantísimos humanos caminando de un lugar a otro, seguramente preparandose para entrar a ese instituto. Todos jóvenes, todos débiles... Mi mirada se detuvo en un par de humanas que caminaban deprisa sin mirar hacia ningún lado en concreto. Un momento... No eran humanas, y una de ellas era... ¿Una ínfima? ¿Una chica? No habían venido guerreras con nuestro grupo. ¿De dónde había salido? Entonces la chica que le acompañaba me miró. Vaya, demasiado tiempo mirando a alguien puede resultar sospechoso. La que me vio le dijo algo a la ínfima y... Espera... Ese olor... ¿Es una arquelia? No puede ser, los ínfimos no estarían tan cerca de esa raza. Pero... Pero es una arquelia. Esto no puede estar pasando... Pero, ¿porqué no hacen nada? Deberían estar intentando matarse la una a la otra, pero parecían tan normales, tan... humanas. Debería ir a ayudar a la ínfima, sé que Alex me había dicho que tenía que quedarme ahí, pero, si le pasaba algo a esa chica... Sentí la inmemsa necesidad de protegerla. 
   En cuanto empecé a caminar hacia ella, entraron al instituto, la ínfima se separó de la arquelia y se fue hacia otro lado. Menos mal... Parece que se ha dado cuenta. Pero, ¿qué hacía allí? Se supone que en la Tierra no hay ínfimos. Solo arquelios. Por eso hemos venido a matarlos. Además, las chicas no pueden  luchar hasta los veinte años, y ella no parecía mayor que yo ¿Se habría colado por La Puerta? Sí, tenía que ser eso. Pero no recordaba haberla visto en el clan, aunque, claro, en el clan había millones de ínfimos... La única forma de averiguar quién era esa chica era hablar con ella. Sí. Decidido, tendría que quedarme por allí hasta que saliese de ese lugar. Tal vez, estuviese intentando descubrir como entrar en la dimensión de los arquelios. Sí claro, seguro que era eso. Pero, ¿cómo había conseguido ganarse la confianza de la arquelia? Lo cierto es.. que realmente parecían simples humanas... Así que si ambas actuaban como humanas, y habían entrado a un instituto humano, según lo que había estudiado, saldrían en uno de los descansos y podría hablar con ella, con la ínfima. Si me acercase aunque fuese solo un poco a la otra, no soportaría la tentación de clavarle una daga en el corazón. Justo en ese momento Alex llegó hasta mí.
   -No he encontrado nada tío. Pensé que había visto a uno, pero cuando llegué hasta él, desapareció. Se esfumó. Como si nunca hubiese existido. Joder, es desesperante.
   -Eh, tranquilo, ¿no eras tú el que sabía controlarse? -dije riendo. Todavía no había decidido si contarle lo que acababa de ver o no- ¿Qué te parece si nos quedamos por aquí el resto del día a ver si vemos a otro?
   -Sí vale, vamos a explorar toda esta zona. Nos dividiremos para cubrir más terreno. Nos vemos aquí en unas horas ¿entendido?
   -Sí sí. Suerte. Y no hagas ninguna locura.
   -Ni tú tampoco, tío.
   Nos despedimos y vi como Alex se esfumaba por una calle. Me quedé por allí, esperando a que volviese a salir aquella chica. Estuve mucho tiempo esperando hasta que al fín salieron al patio, y... ¿Volvían a estar juntas? No conseguía comprenderlo del todo, ¿cómo era posible que estuvieran tan relajadas? Podría ser que ellas no supiesen lo que son. La única forma de saberlo era hablando con ella. Y ahí estaba, sentada delante de mí, pero ni siquiera se había dado cuenta de mi presencia. Tendría que acercarme pero hay una valla que me impide el paso y, no me apetece nada gritar para que me escuche y que todo el mundo se entere de que estoy aquí. No quería hacerlo, ni debería, pero bueno, tendré que usar la telepatía, al menos para llamar su atención. Un momento... Esto si que es extraño, no consigo meterme en su mente. Es como si estuviese bloqueada. Pasé un rato intentando comunicarme con ella y, cuando conseguí hablarle y que se levantase, se dio la vuelta y... Madre mía. ¿Era real? ¿Cómo podía ser tan guapa? 










domingo, 20 de marzo de 2016

Capítulo 2: Melody

     - ¡Despierta, Mel!
     No, me negaba a levantarme.
   - ¡Mel! -gritó el niño zarandeando a su hermana para que se despertara- Keyla está abajo preparando tortitas, Melody.
    ¿Tortitas? ¿Había oído bien? En ese caso... No. No quería levantarme. En cuanto saliera de la cama, todo el mundo empezaría a prepararse, con prisas y despistes. ¿Y por qué? Hoy es nuestro primer día de instituto. Papá se tomaría su café mientras leía el periódico que habría recogido del buzón, mamá se prepararía rápidamente para dirigirse a la oficina, y mis hermanos y yo iríamos al nuevo instituto de Londres. No quiero enfrentarme a eso. No me gusta el primer día de instituto. Profesores nuevos, clases nuevas y gente nueva. No quiero llegar y que todo el mundo me mire por ser la novedad. ¿Qué van a pensar de mí? A veces me gustaría poder desaparecer, escapar de aquellos que no conozco. Mi hermana siempre me dice que da igual lo que la gente piense de mí, que lo que importa es lo que yo piense. Y lo entiendo, entiendo que una no puede estar pendiente de lo que los demás digan, ni dejar de hacer las cosas que le gustan porque los demás opinan. Pero, simplemente, soy muy tímida.
     De nuevo, la voz del pesado de mi hermano hace que casi se me rompa un tímpano.
     - ¡Melody! -gritó tan fuerte en mi oído que de verdad pensé que me había quedado sorda- ¡Tienes que levantarte ya, o llegaremos tarde!
   No me quedaba más remedio... Intentando controlarme y no gritarle también al enano, me incorporé y bostecé cansada.
   - Déjame en paz, ya me levanto -dije quitándome de encima a Derek al ver que se echaba sobre mí para que me levantara de una vez. 
   -¡Venga, Mel! Levántate ya. Vamos a desayunar. Vamos a llegar tarde. Tenemos que ir a clase. Tengo hambre, Mel. Levántate -seguía diciendo Derek-. 
    -¡Vete ya! -dije al ver que empezaba a saltar en mi cama- Bueno, pensándolo mejor... -le agarré por las piernas, le tiré sobre la cama, y empecé a hacerle cosquillas en la barriga. Pegó un grito, y al instante apareció mi madre por la puerta para ver que pasaba. 
    -¡Mamá! -dijo Derek aliviado- ¡Mamá, ayúdame! Dile que pare, ¡por favor! - pidió sin parar de reír. 
    -No, enano. Es tu castigo por saltar en mi cama -dije divertida. Continué haciendole cosquillas, y rompió a reir de nuevo. En ese momento apareció mi padre, con una toalla blanca envuelta en su cintura y una barba blanca de espuma de afeitar. 
    -¿Qué eftá pafando aquí? -preguntó atragántandose con su cómica barba. Todos nos echamos a reír, pero entonces me acordé de algo. Aquí faltaba alguien.  Keyla.
    -¿Y vuestra hermana? - Preguntó mamá cuando dejó de reírse, leyendome la mente.
    -Está abajo, cocinando - Dijo Derek. 
    -¿Co-cocinando? ¿Keyla e-está cocinando? - Preguntó sorprendida mi madre.
    La verdad es que no me extrañaba. Mi hermana Key, nunca cocinaba. Siempre se le quemaba todo. Hace años empezó a aficionarse por la cocina, y mi madre se emocionó bastante. <<¡Al fin no seré la única que os dé de comer en esta casa!>> exclamó alzando los brazos cuando se enteró. Sin embargo, no salió como esperabamos. La última vez que mi hermana cocinó algo, la alarma de incendios se activó y los vecinos llamaron a los bomberos pensando que había un incendio. Recuerdo que aquel día no pude parar de reír cada vez que me cruzaba con Keyla. Por eso dejó su afición por la cocina y comenzó a dibujar. A veces la veo sentada en los escalones del porche, intentando dibujar los árboles o las calles, intentando dibujarlo todo. Un día me dijo que, de esa forma podía distraerse, pensar en sus cosas, tener nuevas ideas, imaginar historias maravillosas y lugares fantásticos. Ella no lo sabe, pero cuando la veo así, siento pena por ella. Me da la sensación de que, dibujando, se escapa a otro mundo totalmente diferente del nuestro. Un mundo alegre donde ella se siente feliz, pero al que yo, nunca podría llegar. Yo no me considero una persona infeliz, y creo que ella tampoco. Tenemos unos padres que nos cuidan, un hermano divertidísimo y una amistad que nos une a parte de ser hermanas. Y me siento afortunada por ello.
    -¿Hay que llamar a los bomberos? -preguntó mi padre sin darle importancia, quitándose el resto de espuma que le quedaba en la boca.
    -No, papá. Las tortitas tenían muy buena pinta. -dijo Derek entusiasmado.
   -¿Tortitas? -preguntó papá abriendo mucho los ojos- En ese caso enseguida bajo a probarlas -respondió relamiendose. 
    -Sí. Id bajando vosotros, chicos -nos dijo mamá.
    Me levanté de un salto y bajé descalza a la cocina, seguida de Derek. Empecé a notar el olor a tortitas recién hechas. Parecía que por fin mi hermana había conseguido cocinar algo comestible. No recordaba la última vez que Keyla hacia algo que olía tan delicioso. Y eso significaba que tendría que soportar oírla hablar sobre su gran logro durante todo el día. Suspiré intentando no pensar en ello.
    -¡Keyla! -la llamé llegando a la cocina- Te has perdido a papá comiendo espuma de afeitar -dije riendo- Ha sido muy gra... 
      No pude acabar la frase. Me detuve en la puerta y me quedé paralizada. Allí no había nadie.
      -¿Keyla?-  pregunté buscando con la mirada.
     No respondía. Me interpuse en el camino de Derek, agarrándole de un brazo y evitando que entrara en la habitación. No sabía por qué mi hermana no estaba, y cuanto menos supiera mi hermano, mejor.
     - Derek, no entres. Espera aquí -me miró confuso. 
     -¿Qué pasa? ¿Y Keyla? -asomó la cabeza y pudo ver el cuerpo de Keyla acurrucado en la pared, cerca de la puerta del jardín. Entré, y cerré la puerta. Se tapaba la cabeza con ambas manos fuertemente. Estaba empezando a asustarme. 
      - Key, ¿estás bien?- Pregunté preocupada. Seguía sin responder, así que me acerqué. La rodeé con mis brazos, y me senté junto a ella. Le aparté el pelo de la cara, que estaba totalmente blanca, y se lo recogí todo a un lado. Pero, ¿qué era eso que había en su nuca? Le giré la cabeza y vi un símbolo grabado en su piel. Parecían dos símbolos entrelazados, concretamente dos infinitos, y brillaban muy suavemente, como si se estuviesen ocultando de alguien, pero a su vez quisiesen despertar y escapar del cuerpo en el que se encontraban. Lo rocé con la punta de los dedos, y sentí como una corriente de calor ascendía por mi brazo hasta mi cuello. Creí que me estaba volviendo loca. ¿Desde cuándo tenía mi hermana un símbolo así? ¿Es que se había hecho un tatuaje? 
     -¿Mel? -dijo Keyla casi en un susurro. La marca que hasta hace un momento resplandecía en su nuca, se apagó y desapareció. ¿Qué estaba pasando? 
     -Keyla, ¿estás bien? - pregunté  todavía confusa.
     - Sí sí, estoy bien - dijo mientras se incorporaba y se frotaba la cabeza con una mano.
     -¿Te has golpeado en la cabeza? 
     - No. Creo... Creo que no -parecía realmente aturdida. Se levantó tambaleandose, y casi a punto de caer. Yo también me levanté y la sujeté, dejando que se apoyase en mí.
     - ¿Qué te ha pasado? Se te ve muy mal -dije preocupada.
    - Me he mareado, eso es todo -dijo cortante. Noté que no me estaba diciendo toda la verdad, pero no insistí. Si quisiese contarmelo, me lo contaría. 
     -Necesito una aspirina. ¿Dónde están? -dijo algo ansiosa. 
    - Tranquila, sientáte y relájate. Yo te lo traigo - Fui a uno de los armarios de la cocina, Cogí las aspirinas y uno de los vasos de cristal que estaban secándose. Lo llené de agua y se lo llevé junto con la pastilla.
    - Gracias -dijo en tono cansado- Se bebió el vaso y se tragó la pastilla de golpe- Mel -dijo en un susurro. La miré interrogativa. - No digas nada de esto a papá ni a mamá, por favor. Ya sabes como se ponen por cualquier cosa. 
     Tenía razón, si nos pasaba algo, por pequeño que fuese el problema, se alarmaban y llamaban a todo aquel que conociesen, que supiera que nos podría estar pasando. Aunque fuese un simple dolor de garganta.
    - De acuerdo. Pero si te pasa algo dímelo, ¿vale?-
   - Sí, lo haré -dijo Keyla. Inmediantamente giró la cabeza en dirección a Derek, que se había quedado en la puerta mirando toda la escena. - Y tú calladito también, ¿entendido?
      - Sí, sí -respondió Derek ansioso por desayunar. Y como si no hubiese pasado nada entró y se sentó en una de las sillas- ¿Vamos a comer algún día o no? -dijo mirandonos a las dos. Sonreí-.
     - Pues claro que sí -dije cogiendo las tortitas que se amontonaban en un plato y poniendoselas delante. Tragó saliva, realmente se veían deliciosas. Me senté junto a Derek, y me serví una. Cogí el caramelo líquido y lo esparcí por la tortita. Mi mano guiaba el bote, y casi inconscientemente dibujé algo encima de mi desayuno.
       Miré el resultado. Era un doble infinito, como el que vi en el cuello de Keyla. Tal vez me hubiese vuelto loca de verdad.
      - ¿Qué es eso? - preguntó mi hermana. Clavé la vista en sus ojos. Estaba mucho mejor que antes. Sentada en la silla con una de las piernas encogidas y una mano sosteniendo su cabeza. Miraba el garabato extrañada.
       - No lo sé, es un dibujo.
      -No, no lo es. Son dos infinitos -dijo mi hermano alzando la voz. - Como el que estaba en la nuca de Keyla - lo miré muy sorprendida. ¿No me lo había imaginado? Pero entonces, ¿qué era esa cosa?
      -¿Qué yo tenía eso  dónde? -dijo Keyla muy asustada.
     -Justo aquí -Derek se señaló su nuca, dibujando el símbolo con el dedo -Además, también brillaba y... - Le tapé la boca rápidamente a Derek. Papá acababa de entrar, con el periódico en la mano, y buscando su café con la mirada.